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Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/229

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Clodio a Auristela.

“Unos entran en la red amorosa con el cebo de la hermosura, otros con los del donaire y gentileza, otros con los del valor que consideran en la persona a quien determinan rendir su voluntad; pero yo por diferente manera he puesto mi garganta a su yugo, mi cerviz a su coyunda, mi voluntad a sus fueros y mis pies a sus grillos, que ha sido por la de la lástima; que ¿cuál es el corazón de piedra que no la tendrá, hermosa señora, de verte vendida y comprada, y en tan estrechos pasos puesta, que has llegado al último de la vida por momentos? El hierro y despiadado acero ha amenazado tu garganta, el fuego ha abrasado las ropas de tus vestidos, la nieve tal vez te ha tenido yerta y el hambre enflaquecida y de amarilla tez cubiertas las rosas de tus mejillas, y, finalmente, el agua te ha sorbido y vomitado; y estos trabajos no sé con qué fuerzas los llevas, pues no te las pueden dar las pocas de un rey vagamundo, y que te sigue por sólo el interés de gozarte, ni las de tu hermano, si lo es, son tantas que te puedan alentar en tus miserias. No fíes, señora, de promesas remotas, y arrímate a las esperanzas propincuas, y escoge un modo de vida que te asegure la que el cielo quisiere darte. Mozo soy, habilidad tengo para saber vivir en los más últimos rincones de la tierra; yo daré traza cómo sacarte de ésta y librarte