Ir al contenido

Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/233

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
231

pues faltando la ocasión de tu enfermedad, no hay para qué nos mates con ella. Pondré, en efeto, lo que me mandas; saldremos desta tierra con la brevedad posible.

—¿Sabes cuánto te importa, Periandro?—respondió Auristela—; pues has de saber que me van lisonjeando promesas y apretando dádivas, y no como quiera, que, por lo menos, me ofrecen este reino. Policarpo el rey quiere ser mi esposo; hámelo enviado a decir con Sinforosa, su hija, y ella, con el favor que piensa tener en mí siendo su madrastra, quiere que seas su esposo. Si esto puede ser, tú lo sabes, y si estamos en peligro, considéralo, y, conforme a esto, aconséjate con tu discreción y busca el remedio que nuestra necesidad pide. Y perdóname, que la fuerza de las sospechas han sido las que me han forzado a ofenderte; pero estos yerros fácilmente los perdona el amor.

—Dél se dice—replicó Periandro—que no puede estar sin celos, los cuales, cuando de débiles y flacas ocasiones nacen, le hacen crecer, sirviendo de espuelas a la voluntad, que, de puro confiada, se entibia, o, a lo menos, parece que se desmaya. Y, por lo que debes a tu buen entendimiento, te ruego que, de aquí adelante, me mires, no con mejores ojos, pues no los puede haber en el mundo tales como los tuyos, sino con voluntad más llana y menos puntuosa, no levantando algún descuido mío, más pequeño que un grano de mostaza, a ser monte que llegue a los cielos, llegando a los celos; y,