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te quiero, recíbelo antes por advertimiento que por consejo: ahora estás en esta tierra, y en poder de mi padre, que te podrá y querrá defender de todo el mundo, y no será bien que se ponga en contingencia la seguridad de tu posesión. No le ha de ser posible a Arnaldo llevaros por fuerza a ti y a tu hermano, y hale de ser forzoso, si no querer, a lo menos consentir lo que mi padre quisiere, que le tiene en su reino y en su casa. Asegúrame tú, ¡oh hermana!, que tienes voluntad de ser mi señora, siendo esposa de mi padre, y que tu hermano no se ha de desdeñar de ser mi señor y esposo; que yo te daré llanas todas las dificultades e inconvenientes que para llegar a este efeto pueda poner Arnaldo.
A lo que respondió Auristela.
—Los varones prudentes, por los casos pasados y por los presentes, juzgan los que están por venir. A hacernos fuerza pública o secreta tu padre en nuestra detención, ha de irritar y despertar la cólera de Arnaldo, que en fin es rey poderoso, a lo menos lo es más que tu padre, y los reyes, burlados y engañados, fácilmente se acomodan a vengarse; y así, en lugar de haber recebido con nuestro parentesco gusto, recibiríades daño, trayéndoos la guerra a vuestras mismas casas. Y si dejeres que este temor se ha de tener siempre, ora nos quedemos aquí, ora volvamos después, considerando que nunca los cielos aprietan tanto los males que no dejen alguna luz con que se descubra la de su remedio, soy de pare-