Ir al contenido

Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/247

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
245

deslicen a procurar el mal ajeno; que ¿quién quitará al airado y ofendido que no se vengue? ¿Quién al amante desdeñado que no quiera, si puede, reducir a ser querido del que le aborrece? Puesto que en mudar las voluntades, sacarlas de su quicio, como esto es ir contra el libre albedrío, no hay ciencia que lo pueda, ni virtud ni hierbas que lo alcancen.

A todo esto que la española Zenotia decía, la estaba mirando Antonio, con deseo grande de saber qué suma tendría tan larga cuenta; pero la Zenotia prosiguió diciendo:

—Dígote, en fin, bárbaro discreto, que la persecución de los que llaman inquisidores en España me arrancó de mi patria, que cuando se sale por fuerza della, antes se puede llamar arrancada que salida. Vine a esta isla por extraños rodeos, por infinitos peligros, casi siempre como si estuvieran cerca, volviendo la cabeza atrás, pensando que me mordían las faldas los perros, que aun hasta aquí temo; dime presto a conocer al rey antecesor de Policarpo; hice algunas maravillas, con que dejé maravillado al pueblo; procuré hacer vendible mi ciencia tan en mi provecho, que tengo juntos más de treinta mil escudos en oro; y, estando atenta a esta ganancia, he vivido castamente, sin procurar otro algún deleite, ni le procurara si mi buena o mi mala fortuna no te hubieran traído a esta tierra, que en tu mano está darme la suerte que quisieres. Si te parezco fea, yo haré de modo que me juzgues por her-