traban las amistades, por haber sido tantas las que en compañía de Ricla y de Constanza y de los dos Antonios había pasado, ya no solamente por obligación, mas por elección y destino los amaba. Estando, pues, juntos, como se ha dicho, un día, Sinforosa rogó encarecidamente a Periandro les contase algunos sucesos de su vida, especialmente se holgaría de saber de dónde venía la primera vez que llegó a aquella isla, cuando ganó los premios de todos los juegos y fiestas que aquel día se hicieron, en memoria de haber sido el de la elección de su padre; a lo que Periandro respondió que sí lo haría si se le permitiese comenzar el cuento de su historia, y no del mismo principio, porque éste no lo podía decir ni descubrir a nadie hasta verse en Roma con Auristela, su hermana. Todos le dijeron que hiciese su gusto, que de cualquier cosa que él dijese le recibirían; y el que más contento sintió fué Arnaldo, creyendo descubrir, por lo que Periandro dijese, algo que descubriese quién era. Con este salvoconduto, Periandro dijo desta manera: