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Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/267

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”Llegó, en fin, la señal esperada, y a un mismo tiempo arrancaron todas cuatro barcas, que no por el agua, sino por el viento parecía que volaban. Una dellas, que llevaba por insignia un vendado Cupido, se adelantó de las demás casi tres cuerpos de la misma barca, cuya ventaja dió esperanza a todos cuantos la miraban de que ella sería la primera que llegase a ganar el deseado premio. Otra que venía tras ella, iba alentando sus esperanzas, confiada en el tesón durísimo de sus remeros; pero viendo que la primera en ningún modo desmayaba, estuvieron por soltar los remos sus bogadores. Pero son diferentes los fines y acontecimientos de las cosas de aquello que se imagina; porque aunque es ley que los combates y contiendas, que ninguno de los que miran favorezca a ninguna de las partes con señales, con voces o con otro algún género que parezca que pueda servir de aviso al combatiente, viendo la gente de la ribera que la barca de la insignia de Cupido se aventajaba tanto a las demás, sin mirar las leyes, creyendo que ya la victoria era suya, dijeron a voces muchos: “¡Cupido vence; el Amor es invencible!”, a cuyas voces, por escuchallas, parece que aflojaron un tanto los remeros del Amor. Aprovechóse de esta ocasión la segunda barca, que detrás de la del Amor venía, la cual traía por insignia al Interés, en figura de un gigante pequeño, pero muy ricamente aderezado, y impelió los remos con tanta fuerza, que llegó a igualarse el Interés con el Amor, y arrimándo-