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sele a un costado, le hizo pedazos todos los remos de la diestra banda, habiendo primero la del Interés recogido los suyos y pasado adelante, dejando burladas las esperanzas de los que primero habían cantado la victoria por el Amor, y volvieron a decir: “¡El Interés vence, el Interés vence!”. La barca tercera traía por insignia a la Diligencia, en figura de una mujer desnuda, llena de alas por todo el cuerpo, que, a traer trompeta en las manos, antes pareciera fama que diligencia. Viendo el buen suceso del Interés, alentó su confianza, y sus remeros se esforzaron de modo que llegaron a igualar con el Interés; pero, por el mal gobierno del timonero, se embarazó con las dos barcas primeras, de modo que los unos ni los otros remos fueron de provecho. Viendo lo cual la postrera, que traía por insignia a la Buena Fortuna, cuando estaba desmayada y casi para dejar la empresa, viendo el intrincado enredo de las demás barcas, desviándose algún tanto de ellas por no caer en el mismo embarazo, apretó, como decirse suele, los puños, y, deslizándose por un lado, pasó delante de todas. Cambiáronse los gritos de los que miraban, cuyas voces sirvieron de aliento a sus bogadores, que, embebidos en el gusto de verse mejorados, les parecía que, si los que quedaban atrás entonces les llevaran la misma ventaja, no dudaran de alcanzarlos ni de ganar el premio, como lo ganaron, más por ventura que por ligereza. En fin; la Buena Fortuna fué la que la tuvo buena entonces, y la mía de agora no lo