Ir al contenido

Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/280

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

278

pero, cuando salimos al mar descubierto, había acabado de cerrar la noche, por cuya escuridad no vimos bajel alguno. Determinamos de esperar el venidero día, por ver si con la claridad descubríamos algún navío, y quiso la suerte que descubriésemos dos, el uno que salía del abrigo de la tierra, y el otro que venía a tomarla; conocí que el que dejaba la tierra era el mismo de quien había salido a la isla, así en las banderas como en las velas, que venían cruzadas con una cruz roja; los que venían de fuera las traían verdes, y los unos y los otros eran cosarios. Pues como yo imaginé que el navío que salía de la isla era el de los salteadores de la presa, hice poner en una lanza una bandera blanca de seguro; vine arrimando al costado del navío, para tratar del rescate, llevando cuidado de que no me prendiese. Asomóse el capitán al borde, y, cuando quise alzar la voz para hablarle, puedo decir que me la turbó y suspendió y cortó en la mitad del camino un espantoso trueno que formó el disparar de un tiro de artillería de la nave de fuera, en señal de que desafiaba a la batalla al navío de tierra. Al mismo punto le fué respondido con otro no menos poderoso, y, en un instante, se comenzaron a cañonear las dos naves, como si fueran de dos conocidos e irritados enemigos. Desvióse nuestro barco de en mitad de la furia, y desde lejos estuvimos mirando la batalla; y habiendo jugado la artillería casi una hora, se aferraron los dos navíos con una no vista furia. Los del navío de fue-