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Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/285

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querida hermana, y pobre sin ella, robado de salteadores y subido al grado de capitán contra ellos: que las vueltas de mi fortuna no tienen un punto donde paren ni términos que las encierren.

—No más—dijo a esta sazón Arnaldo—; no más, Periandro amigo; que, puesto que tú no te canses de contar tus desgracias, a nosotros nos fatiga el oírlas, por ser tantas.

A lo que respondió Periandro:

—Yo, señor Arnaldo, soy hecho como esto que se llama lugar, que es donde todas las cosas caben, y no hay ninguna fuera del lugar, y en mí le tienen todas las que son desgraciadas, aunque, por haber hallado a mi hermana Auristela, las juzgo por dichosas: que el mal que se acaba sin acabar la vida, no lo es.

A esto dijo Transila:

—Yo, por mí, digo, Periandro, que no entiendo esa razón; sólo entiendo que le será muy grande si no cumplís el deseo que todos tenemos de saber los sucesos de vuestra historia, que me va pareciendo ser tales, que han de dar ocasión a muchas lenguas que los cuenten y muchas injuriosas plumas que la escriban. Suspensa me tiene el veros capitán de salteadores; juzgué merecer este nombre vuestros pescadores valientes, y estaré esperando, también suspensa, cuál fué la primera hazaña que hicistes y la aventura primera con que encontrastes.

—Esta noche, señora—respondió Periandro—,