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madre, dándome nombres de cruel sobre todos los hombres. Esto imaginé con tan gran vehemencia, que me fuerza a decir que lo vi, para no poner duda en ello. Y el ver que esta nave vuela y me aparta dellos, y que no sé dónde vamos, y la poca o ninguna obligación que me obligó a entrar en ella, me trastornó el sentido, y la desesperación me puso este cordel en las manos, y yo le di a mi garganta, por acabar en un punto los siglos de pena que me amenazaba.”
"Este suceso movió a lástima a cuantos le escuchábamos, y habiéndole consolado, y casi asegurado que presto daríamos la vuelta contentos y ricos, le pusimos dos hombres de guarda que le estorbasen volver a poner en ejecución su mal intento, y ansí le dejamos; y yo, porque este suceso no despertase en la imaginación de alguno de los demás el querer imitarle, les dije que “la mayor cobardía del mundo era el matarse, porque el homicida de sí mismo, es señal que le falta el ánimo para sufrir los males que teme. Y ¿qué mayor mal puede venir a un hombre que la muerte? Y siendo esto así, no es locura el dilatarla: con la vida se enmiendan y mejoran las malas suertes, y con la muerte desesperada, no sólo no se acaban y se mejoran, pero se empeoran y comienzan de nuevo. Digo esto, compañeros míos, porque no os asombre el suceso que habéis visto deste nuestro desesperado: que aun hoy comenzamos a navegar, y el ánimo me está diciendo que nos aguardan y esperan mil felices suce-