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Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/300

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lante, y en el castillo de popa hallaron puestas en escuadrón hasta doce hermosísimas mujeres, y delante dellas una, que mostraba ser su capitana, armada de un coselete blanco y tan terso y limpio que pudiera servir de espejo, a quererse mirár en él; traía puesta la gola, pero no las escarcelas ni los brazaletes; el morrión sí, que era de hechura de una enroscada sierpe, a quien adornaban infinitas y diversas piedras de colores varios; tenía un venablo en las manos, tachonado de arriba abajo con clavos de oro, con una gran cuchilla, de agudo y luciente acero forjada, con que se mostraba tan briosa y tan gallarda, que bastó a detener su vista la furia de mis soldados, que con admirada atención se pusieron a mirarla. Yo, que de mi nave la estaba mirando, por verla mejor pasé e su navío, a tiempo cuando ella estaba diciendo: “Bien creo, ¡oh soldados!, que os pone más admiración que miedo este pequeño escuadrón de mujeres que a la vista se os ofrece, el cual, después de la venganza que hemos tomado de nuestros agravios, no hay cosa que pueda engendrar en nosotras temor alguno; embestid, si venís sedientos de sangre, y derramad la nuestra, quitándonos las vidas; que como no nos quitéis las honras, las daremos por bien empleadas. Sulpicia es mi nombre; sobrina soy de Cratilo, rey de Bituania; casóme mi tío con el gran Lampidio, tan famoso por linaje, como rico de los bienes de naturaleza y de los de la fortuna. Ibamos los dos a ver al rey, mi tío, con la segu-