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Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/301

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ridad que nos podía ofrecer ir entre nuestros vasallos y criados, todos obligados por las buenas obras que siempre les hicimos; pero la hermosura y el vino, que suelen trastornar los más vivos entendimientos, les borró las obligaciones de la memoria, y en su lugar les puso los gustos de la lascivia. Anoche bebieron de modo que los sepultó en profundo sueño, y algunos, medio dormidos, acudieron a poner las manos en mi esposo, y quitándole la vida, dieron principio a su abominable intento. Pero como es cosa natural defender cada uno su vida, nosotras, por morir vengadas siquiera, nos pusimos en defensa, aprovechándonos del poco tiento y borrachez con que nos acometían, y con algunas armas que les quitamos y con cuatro criados que, libres del humo de Baco, nos acudieron, hicimos en ellos lo que muestran esos muertos que están sobre esa cubierta; y pasando adelante con nuestra venganza, habemos hecho que esos árboles y esas entenas produzcan el fruto que de ellas veis pendiente: cuarenta son los ahorcados, y si fueren cuarenta mil, también murieran, porque su poca o ninguna defensa, y nuestra cólera, a toda esta crueldad, si por ventura lo es, se extendía. Riqueza traigo que poder repartir, aunque mejor diría que vosotros podáis tomar; sólo puedo añadir que os las entregaré de buena gana; tomadlas, señores, y no toquéis en nuestras honras, pues con ellas antes quedaréis infames que ricos.”

”Pareciéronme tan bien las razones de Sulpi-