CAPITULO XVI
DEL SEGUNDO LIBRO
—Desperté del sueño, como he dicho; tomé consejo con mis compañeros qué derrota tomaríamos, y salió decretado que por donde el viento nos llevase: que, pues íbamos en busca de cosarios, los cuales nunca navegan contra viento, era cierto el hallarlos. Y había llegado a tanto mi simpleza, que pregunté a Carino y a Solercio si habían visto a sus esposas en compañía de mi hermana Auristela cuando yo la vi soñando. Riéronse de mi pregunta, y obligáronme, y aun forzáronme a que les contase mi sueño. Dos meses anduvimos por el mar sin que nos sucediese cosa de consideración alguna, puesto que le escombramos de más de sesenta navíos de cosarios, que, por serlo verdaderos, adjudicamos sus robos a nuestro navío y le llenamos de innumerables despojos, con que mis compañeros iban alegres, y no les pesaba de haber trocado el oficio de pescadores en el de piratas, porque ellos no eran ladrones sino de ladrones, ni robaban sino lo robado.
”Sucedió, pues, que un porfiado viento nos salteó una noche, que, sin dar lugar a que amainá-