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Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/321

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CAPITULO XVII
DEL SEGUNDO LIBRO

Toda esta tardanza del cuento de Periandro se declaraba tan en contrario del gusto de Policarpo, que ni podía estar atento para escucharle, ni le daba lugar a pensar maduramente lo que debía hacer para quedarse con Auristela. Sin perjuicio de la opinión que tenía de generoso y de verdadero, ponderaba la calidad de sus huéspedes, entre los cuales se le ponía delante Arnaldo, príncipe de Dinamarca, no por elección, sino por herencia; descubría en el modo de proceder de Periandro, en su gentileza y brío, algún gran personaje, y en la hermosura de Auristela, el de alguna gran señora. Quisiera buenamente lograr sus deseos a pie llano, sin rodeos ni invenciones, cubriendo toda dificultad y todo parecer contrario con el velo del matrimonio, que, puesto que su mucha edad no lo permitía, todavía podía disimularlo, porque en cualquier tiempo es mejor casarse que abrasarse. Acuciaba y solicitaba sus pensamientos los que solicitaban y aquejaban a la embaidora Zenotia, con la cual se concertó que, antes de dar otra audiencia a Periandro, se pusiese en efeto su disinio, que