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Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/323

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cación en la saetía, cuyo piloto y marineros estaban avisados y cohechados de Policarpo, que, en el mismo punto que aquella gente, que, al parecer, huída, se embarcase, se hiciesen al mar, y no parasen con ella hasta Inglaterra, o hasta otra parte más lejos de aquella isla. Entre la confusa gritería y el continuo vocear: “¡Alarma, alarma!”, entre los estallidos del fuego abrasador, que como si supiera que tenía licencia del dueño de aquellos palacios para que los abrasase, andaba encubierto Policarpo, mirando si salía cierto el robo de Auristela, y asimismo solicitaba el de Antonio la hechicera Zenotia; pero, viendo que se habían embarcado todos, sin quedar ninguno, como la verdad se lo decía y el alma se lo pronosticaba, acudió a mandar que todos los baluartes y todos los navíos que estaban en el puerto disparasen la artillería contra el navío de los que en él huían, con lo cual de nuevo se aumentó el estruendo, y el miedo discurrió por los ánimos de todos los moradores de la ciudad, que no sabían qué enemigos los asaltaban, o qué intempestivos acontecimientos los acometían.

En esto, la enamorada Sinforosa, ignorante del caso, puso el remedio en sus pies y sus esperanzas en su inocencia, y, con pasos desconcertados y temerosos, se subió a una alta torre de palacio, a su parecer, parte segura del fuego que lo demás del palacio iba consumiendo. Acertó a encerrarse con ella su hermana Policarpa, que le contó como si lo hubiera visto la huída de sus huéspedes, cu-

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