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rosas, las flores y los amarantos de los jardines. A la sombra de una peña, los de la tierra se repararon del viento, y a la claridad de mucha lumbre que de ramas cortadas en un instante hicieron se defendieron del frío, y ya, como acotumbradas a pasar muchas veces calamidades semejantes, pasaron la desta noche sin pesadumbre alguna; y más con el alivio que Periandro le causó con volver, por ruego de Transila, a proseguir su historia, que, puesto que él lo rehusaba, añadiendo ruegos Arnaldo, Ladislao y Mauricio, ayudándolos Auristela, la ocasión y el tiempo, la hubo de proseguir en esta forma: