Ir al contenido

Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/336

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

334

todos, y, siguiendo a Renato y a Eusebia, que les sirvieron de guías, llegaron a la cumbre de una montañuela, donde vieron dos ermitas, más cómodas para pasar la vida en su pobreza que para alegrar la vista con su rico adorno. Entraron dentro, y en la que parecía algo mayor hallaron luces, que de dos lámparas procedían, con que podían distinguir los ojos lo que dentro estaba, que era un altar con tres devotas imágenes: la una, del autor de la vida, ya muerto y crucificado; la otra, de la reina de los cielos y de la señora de la alegría, triste, y puesta en pie, del que tiene los pies sobre todo el mundo; y la otra, del amado discípulo, que vió más estando durmiendo que vieron cuantos ojos tiene el cielo en sus estrellas. Hincáronse de rodillas, y, hecha la debida oración con devoto respeto, los llevó Renato a una estancia que estaba junto a la ermita, a quien se entraba por una puerta que junto al altar se hacía. Finalmente, pues las menudencias no piden ni sufren relaciones largas, se dejarán de contar las que allí pasaron, ansí de la pobre cena como del estrecho regalo, que sólo se alargaba en la bondad de los ermitaños, de quien se notaron los pobres vestidos; la edad, que tocaba en los márgenes de la vejez; la hermosura de Eusebia, donde todavía resplandecían las muestras de haber sido rara en todo extremo. Auristela, Transila y Constanza se quedaron en aquella estancia, a quien sirvieron de camas secas espadañas, con otras hierbas, para dar gusto al olfato más que a otro sentido algu-