Pero esas consideraciones han de caer sobre grandes sujetos; porque no nos ha de causar maravilla que un rústico pastor se retire a la soledad del campo, ni nos ha de admirar que un pobre que en la ciudad muere de hambre se recoja a la soledad, donde no le ha de faltar el sustento. Modos hay de vivir que los sustenta la ociosidad y la pereza, y no es pequeña pereza dejar yo el remedio de mis trabajos en las ajenas, aunque misericordiosas manos. Si yo viera a un Aníbal cartaginés encerrado en una ermita, como vi a un Carlos V cerrado en un monasterio, suspendiérame y admirárame; pero que se retire un plebeyo, que se recoja un pobre, ni me admira ni me suspende. Fuera va deste cuento Renato, que le trujeron a estas soledades, no la pobreza, sino la fuerza que nació de su buen discurso. Aquí tiene en la carestía abundancia, y en la soledad, compañía, y el no tener más que perder le hace vivir más seguro.
—A lo que añadió Periandro:
Si, como tengo pocos, tuviera muchos años, en trances y ocasiones me ha puesto mi fortuna que tuviera por suma felicidad que la soledad me acompañara y en la sepultura del silencio se sepultara mi nombre; pero no me dejan resolver mis deseos ni mudar de vida la priesa que me da el caballo de Cratilo, en quien quedé de mi historia.
Todos se alegraron oyendo esto, por ver que quería Periandro volver a su tantas veces comenzado y no acabado cuento, que fué así: