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Página:Los tres cantos - MC0075882.pdf/45

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de los ríos, para que a ellos lleguen a refrescarse los gusanos.

He de ser la hierba humilde que embellece los campos, y la piedra donde reposa su cabeza el exhausto peregrino.

He de ser manantial donde vaya a apagar la sed el rebaño y donde se miren las nubes blancas, que van de prisa.

Mis brazos se levantarán, como gajos florecidos a bendecir el azul; mis piernas serán dos sólidas columnas que servirán de apoyo a las flores trepadoras; y mi cabeza, todavía gloriosa de pensamiento, se erguirá en forma de laurel que brinde ilusión y dulzura a las almas solitarias.

¡Ven, muerte!

Ansío sentir en las llagas del pecado la santidad de la tierra que me cubra. Que