Al salir de la iglesia tomó la señora un coche de alquiler para regresar á su casa; y cuando Cármen levantó el pié para subir al carruaje, el inválido de la puerta volvió á repetir : « ¡Lindos zapatos para un baile! »
Sintió Cármen que la levantaban á pesar suyo y sus piernas empezaron á moverse á compas y todo su cuerpo se puso á saltar y bailar sin poder pararse; el cochero la tomó en sus brazos y la sentó por fuerza en el carruaje, pero aun alli continuó el pataleo dando numerosas pisadas á la buena anciana. Llegaron por fin á casa, adonde fué necesario subir á Cármen; la criada le quitó allí los malditos zapatos y la niña recobró su quietud.
En vez de arrojar ese ridículo calzado, lo encerraron en un armario de vidrieras, donde iba Cármen á admirarlos diez veces al dia.
En esto cayó enferma la anciana señora y los médicos la desahuciaron. Su estado requeria el mayor cuidado y el puesto de Cármen era á la cabecera de la cama de su protectora. Desgraciadamente había un gran baile en la ciudad y estaba convidada á concurrir á él; en un principio tuvo intencion de quedarse á cuidar á su protectora, pero la imágen de los zapatos colorados atormentaba su imaginación : « ¡Bah! dijo, la buena señora no puede curar; ¿de qué sirve estarla cuidando noche y dia? » Y apoderán-