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cielo y de la tierra, autor y vengador de la justicia, agobiais al hombre bajo el peso y la grandeza de Dios, y de su propia debilidad. Le condenais á un temblor contínuo en la incertidumbre de la justicia de Dios; le haceis aborrecer á este mundo, á la vida y á si mismo, siempre lleno de miserias.

Por otra parte, sino veis más que al Dios bueno y padre indulgente, os inclináis á un misticismo quimérico. Sustituyendo el amor por el temor, poco Á poco se corre el riesgo de perder el respeto. Dios noes un señor, no es siquiera un padre, porque la idea de padre, lleva consigo la de temor respetuoso; Dios no es sino un amigo, y algunas veces un amante.

La verdadera adoración no separa el amor y el res- peto; la verdadera adoración consiste en el respeto animado por el amor.

132. Sentimientos religiosos.—La idea de Dios excita en el alma humana, en grados diversos, una série de sentimientos particulares, los más elevados y pro= fundos. Estos sentimientos religiosos no son el re- sultado de la educación y el hábito, tienen su origen y fundamento en la naturaleza humana. Si todos los séres con quiénes estamos en relación despiertan en nosotros sentimientos diversos, ¿el Sér que posee to- «das las perfecciones no producirá ninguno?

Nacen como el amor y el respeto, que ya dejamos indicados, otros sentimientos al considerar los atri- butos divinos.