eran razas guerreras cuyo destino se hallaba presi- dido por divinidades bélicas; admitian la prueba ne- gativa, eludiendo por el juramento las reclamaciones, y no dejando otro recurso para probar la verdad, que el combate en el que creian interviniese el juicio divino.
Al servilismo extremo, sucedió la libertad desen- frenada. Sin un fuerte poder social y sin reglas, la fuerza fué la ley. Debe agregarse á esto el sentimiento caballeresco, que impulsaba á lo noble y aventurado. El duelo fué, pues, en esta época necesario y regla- mentado por la autoridad.
III. En la Edad Moderna la civilización hizo ver el error de que Dios estuviese interviniendo en las luchas de los hombres; el duelo es abolido como prueba judicial. Más tarde es castigado con penas severas, llegando hasta imponer la pena capital á cuantos en él intervenian.
IV. La legislación contemporánea, aunque conde- nándole, lo castiga con menos severidad, pues este delito reviste un carácter especial por el convenio prévio, la igualdad de armas, la simultaneidad en el ataque, el peligro reciproco y la presencia de tes tigos.
58. Filosóficamente considerado, el duelo es irra- cional para resolver las cuestiones. Es una costumbre inhumana que consagra el triunfo de la fuerza brutal
