y sustituye la venganza privada al fallo de la justicia, condición esencial de las sociedades civilizadas.
Se objeta para legitimar el duelo, que hay ciertas cuestiones que no pueden ser decididas de otro modo, y actos que quedarian impunes no acudiendo á un lance de honor.
Pero aún suponiendo que ciertas cuestiones no puedan dilucidarse ante los tribunales de justicia, el duelo no es un principio de solución racional; la fuerza no tiene vinculación con el derecho.
Refutando el duelo pregunta Rousseau: ¿las virtu- des que tiene un hombre honrado se destruyen por las mentiras de un calumniador? ¿para probar que no habeis muerto á un hombre, ireis á matar á otro? Todos los principios no pueden depender de la fuerza ó del azar.
Aun cuando fuese cierto que uno se hace despre- ciable rehusando batirse, ¿qué desprecio es más temible, el de las preocupaciones ó el de la con- ciencia? Pero uno no pasa por cobarde porque tema más obrar mal que morir, y se separe del cri- men, no del peligro. La fuerza para cumplir nuestro deber, es el único valor y la única honra ver- dadera.
