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Acta Apostolicae Sedìs - Comentario Oficial

cómo, el 9 de diciembre de 1905, se promulgó la ley de separación por la cual el Concordato[a], que ya había estado en vigor durante mucho tiempo, fue derogado por una de las partes únicamente y contra las formalidades de la ley, y cómo, sin consideración alguna, ni por la jerarquía de la Iglesia, ni por la autoridad de la Santa Sede, se legisló de manera injusta y arbitraria sobre los derechos y los bienes eclesiásticos como también sobre el culto divino; cómo Nuestro predecesor en santa memoria, Pío X, por su encíclica Vehementer[b] el 11 de febrero, y por su discurso al Consistorio del 21, mismo mes, del año 1906, condenó expresa y solemnemente esta misma ley; cómo condenó al mismo tiempo las denominadas Asociaciones de culto que queríamos fundar en el espíritu de esta ley de Asociaciones, y que, mediante otra encíclica, Gravissimo[c] del 10 de agosto del mismo año, el mismo Pontífice rechazó y desaprobadolas de nuevo. Habiendo dejado de lado estas asociaciones, varias - para usar las palabras de nuestro predecesor[d] - han considerado oportuno intentarlo si no podíamos, en su lugar, fundar otro tipo de sociedad que cumpliera al mismo tiempo con las leyes francesas. ya los santos cánones, y que, quitando los tiempos muy difíciles que se estaban preparando, preservarían intactos, al menos en su sustancia, los sacrosantos derechos de la Iglesia; pero, como entonces no parecía haber esperanzas de obtener tal resultado, el mismo Soberano Pontífice, después de haber consultado con los obispos de Francia, prohibió intentar, mientras duró la ley de separación, también este nuevo tipo de asociaciones. durante mucho tiempo que no parecería legalmente seguro que la constitución divina de la Iglesia y los derechos inalienables del Romano Pontífice y los obispos, así como su poder sobre los bienes necesarios de la Iglesia y en particular sobre los edificios sagrados, fueron, en estas asociaciones, respetados y salvaguardados.

Todos sabéis lo que pasó entonces, todo el mundo católico lo vio y quedó asombrado. Lo que el Sumo Pontífice Pío X, en las encíclicas que acabamos de recordar, había pedido con sugerencias inspiradas en la confianza y casi había profetizado, lo que vosotros mismos habéis exhortado a hacer, con la palabra y con el ejemplo, todo eso felizmente se hizo realidad. Tuvimos el magnífico espectáculo de un clero y fieles compitiendo día a día con más fervor en liberalidad y devoción. Por un lado, los fieles nunca han rehusado, por el esplendor del culto divino y por el adecuado mantenimiento de los sacerdotes, sus abundantes y generosas limosnas;

  1. Se trata del Concordato de la República Francesa con la Santa Sede, adoptado en 1801, siendo primer consul Napoleón
  2. Encíclica de Pío X, Vehementer offici munere
  3. Encíclica de Pío X, Gravissimo offici munere
  4. El papa se refiere a los diversas regulaciones de esas asociaciones que fueron propuestas por el gobierno de la República