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Acta Apostolicae Sedis - Comentario Oficial

en todas partes y no solo en vuetro país, como debida y necesaria de derecho divino y que, por su oficio y su naturaleza, no puede permitir que se altere o disminuya; y por otra parte, como un paso desde el cual se puede partir hacia la recuperación legítima y pacífica de una libertad plena y completa.

En todo caso, que nadie se deje desviar en una dirección muy alejada de Nuestro pensamiento. Nuestra declaración se presenta como si quisiéramos abolir las condenas llevadas por el predecesor de Nuestra Santa Memoria, Pio X, o reconciliarnos con el leyes que se llaman seculares; Por lo que Pío X condenó, condenamos de la misma manera, y siempre que "laicismo" signifique un sentimiento o intención contraria o ajena a Dios y la religión, Desaprobamos totalmente este "laicismo" y declaramos abiertamente que debe ser rechazada.

Tampoco debería decirse que Nuestro permiso está en sí mismo en contradicción con las prohibiciones de Pio X, ya que se refieren a objetos muy diferentes y en circunstancias no menos diferentes. Todo lo que nos queda es comunicaros, en paterna efusión de amor paterno hacia vosotros y hacia vuestro cleo y pueblo, algunas advertencias de gran importancia. En primer lugar, recordaremos a los sacerdotes y fieles encomendados a tu cuidado lo que sin duda ya sabes y lo que tú mismo explicarás con más detalle: que si las nuevas Asociaciones y el estatus relativo a ellas ayudan a hacer de tu hogar una condición legal para la Iglesia, que hubiera sido solo una justa restitución, no pudo recuperarse. Os exhortamos, pues, queridos hijos y venerables Hermanos, así como a los sacerdotes de Dios, vuestros colaboradores: sigan, como lo han hecho hasta ahora, pastoreando con celoso cuidado el rebaño de Dios que les ha confiado[1]; aliméntandolo con la palabra, con su ejemplo, con su trabajo y con sus dolores, como nuestro Señor Jesucristo nos redimió con tales sacrificios, para que cosechéis abundantemente los frutos de la alegría. A los fieles encomendados a vuestro cuidado, les pedimos con las misma palabras: recuerda a tus maestros que te predicaron la palabra de Dios[2];

  1. 1 P 5, 2.
  2. Hb 13, 7.