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Protegeremos con eficacia y prontitud a las víctimas. A ratos pareciera que nuestro sistema judicial se preocupa más de los derechos de los delincuentes que del sufrimiento de las víctimas. Incluso hay casos en que el delincuente sale de la cárcel antes que su víctima del hospital.

Por ello, hemos puesto suma urgencia a la reforma constitucional que consagra un sistema de defensa y protección de las víctimas del delito.

Finalmente, restableceremos en plenitud el respeto debido a nuestros Carabineros y policías. Para ello, enviaremos un proyecto de ley que busca aumentar las penas al maltrato de obra o palabra a Carabineros y policías. Queremos que todos sepan que, cuando se dirigen a ellos, están frente a un representante de la ley, de la seguridad y del orden.

Compatriotas, la educación es el principal motor para el desarrollo y la movilidad social. Es el mecanismo para que los talentos emerjan y el mérito surja. Es el gran instrumento para construir el país de las oportunidades.

Por eso, la batalla por el desarrollo y contra la pobreza, la vamos a ganar o perder en la sala de clases.

Todos sabemos que en nuestro país existen muchas deudas sociales. Pero la principal, la más dañina e injusta, es aquella que impide a millones de nuestros niños y jóvenes acceder a una educación de calidad.

Porque nuestro sistema educacional -digámoslo con todas sus letras- no da una educación de calidad a todos los estudiantes, y en vez de corregir las desigualdades sociales, muchas veces las perpetúa, traspasándolas de generación en generación.

Este, queridos compatriotas, es el verdadero y mayor escándalo de la sociedad chilena, del cual se ha hablado mucho para denunciarlo, pero se ha hecho poco para corregirlo.

Es verdad que en los últimos veinte años los recursos que el Estado ha destinado a la educación se han multiplicado por siete. Y que gracias a ello ha aumentado la cobertura, mejorado los salarios de nuestros profesores, ampliado la jornada escolar y construido nueva infraestructura.

Y tienen razón. Pero la verdad es que sirve de poco si no se expresa en mejoras objetivas y apreciables en la calidad de la educación y en los resultados del aprendizaje.

Y hasta ahora, y más allá de los discursos y promesas, esa calidad ha permanecido básicamente estancada, en el único lugar donde realmente importa, en la sala de clases.