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Inspirado en esta convicción, nuestro gobierno hará todos los esfuerzos necesarios para crear un clima de unidad y colaboración y buscar diálogos y acuerdos fecundos, en todas las áreas de interés nacional.

Queridos compatriotas, han transcurrido 10 semanas desde que asumí la Presidencia de la República. Al dirigirme al Congreso Pleno, en mi primer mensaje a la Nación, no vengo a ofrecer reposo ni sosiego, sino entrega y sacrificio, futuro y esperanza.

Chile vive hoy tiempos históricos, dramáticos y de grandes oportunidades.

Históricos, porque en cuatro meses más celebraremos nuestro Bicentenario y comenzaremos a forjar nuestro tercer siglo de vida independiente.

Quisiera honrar a los padres fundadores de la Patria. Aquellos que hace doscientos años decidieron iniciar la hermosa y desafiante aventura de la libertad y la independencia. Me refiero a Bernardo O’Higgins, José Miguel Carrera, Manuel Rodríguez y a todos quienes dieron su vida en defensa de nuestra Patria y de nuestra República. Gracias a ellos, los chilenos somos hoy ciudadanos libres e iguales, vivimos en democracia y estamos regidos por la soberanía del pueblo, instituciones sólidas y un estado de derecho.

Quiero recordar también a aquellos hombres y mujeres que me han antecedido en este cargo, dirigiendo con patriotismo, lealtad y honor los destinos de nuestro país. En especial a los ex Presidentes que aún nos acompañan: Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. A todos ellos les rendimos hoy un sentido homenaje.

En esta fecha histórica, tenemos muchas razones para estar orgullosos de nuestra Patria y de sus primeros doscientos años de vida independiente. Pero tenemos todavía más motivos para creer y confiar en su futuro. Porque comparto con ustedes la convicción que lo mejor de Chile está todavía por venir. Y nosotros tenemos la misión de ser los arquitectos y albañiles de esa Patria libre, grande y justa.

Queridas amigas y amigos, vivimos también tiempos dramáticos y de adversidad. Nuestro país se encuentra golpeado y herido por una de las peores catástrofes naturales de nuestra historia. Hace sólo 83 días, sufrimos el embate del quinto mayor terremoto que ha conocido la humanidad. En las horas que siguieron, el mar azotó con furia nuestras costas.

521 personas perdieron la vida. 56 se encuentran aún desparecidas y más de 800 mil compatriotas resultaron damnificados. Son estas pérdidas las que representan nuestro mayor dolor. El dolor de una madre que pierde a su hijo o el de un hijo que pierde a su madre. Sabemos que para ellos nada será como antes. Para nosotros tampoco.

Por eso, en recuerdo de cada uno de ellos, para que nunca los olvidemos, quiero invitarlos a ponerse de pie y guardar un momento de silencio en su memoria.