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Ricardo Palma

del licenciado, ofreciéndole alzar bandera por el rey si se le acordaban ciertas gracias, se preparó á marchar con tropas sobre Guayaquil, que se había pronunciado contra la revolución. Pero la víspera de la marcha, y con pretexto de acompañarlo á misa, entraron varios oficiales al cuarto de Puelles, que aun no se había levantado de la cama, le dieron de puñaladas, le cortaron la cabeza y la pusieron en el mismo sitio público donde él había hecho colocar antes la del virrey Blasco Núñez de Vela.

VII
Hernando Machicao

He aquí un tipo de ferocidad y cobardía, un aventurero sin Dios y sin ley. Parece que vino al Perú en 1531 y que fué á establecerse en el Cuzco, donde era regidor cuando el Cabildo reconoció la autoridad de Almagro el Viejo. Machicao principió por aceptar al caudillo; mas, no alcanzando de éste grandes provechos, se escapó una noche del Cuzco y pasó á Lima, donde tomó servicio con los Pizarro.

En la batalla de las Salinas, Machicao encontró en el campo, cubierto de heridas, al noble y valiente capitán almagrista Pedro de Lerma, de quien era enemigo personal, y tuvo la vileza de teñir su espada en la sangre del moribundo.

Después de haber entrado en acuerdos con los partidarios de Almagro el Mozo, en el Cuzco, los traicionó también como lo había hecho con el padre.

En la rebelión de Gonzalo, siguió la bandera de éste; mas luego solicitó el perdón del virrey. El enérgico Blasco Núñez contestó que Machicao y Francisco de Almendras eran dos infames tales, que no merecían sino la horca, y que para vencer no necesitaba de traidores.

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