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Mis últimas tradiciones

de oro. Como es de suponerse, el acuerdo se celebró con grandes festejos.

Pero Vasco Godines y los revoltosos, que veían con esto aplazada la revolución, quedaron descontentos, y comprometieron para caudillo á don Sebastián de Castilla, huésped y amigo de Hinojosa.

Aunque el Justicia Mayor tenía aviso de que su huésped conspiraba contra él, no quiso darle crédito: y un día contestó al guardián de San Francisco, que le participaba haber descubierto, bajo secreto de confesión, lo que se tramaba:—No me hable de eso su paternidad, que teniendo yo lugar para echar mano de mi toledana, me río de todos los revoltosos del mundo.

Concertada, en fin, la revolución, entraron una noche los conjurados en casa de Hinojosa. Al ruido salió éste al patio, y uno de los traidores le dijo:

—Señor, estos caballeros quieren á vuesa merced por caudillo y padre.

—Vean vuesamercedes lo que me mandan—contestó el Justicia adelantándose hacia el grupo, y por la espalda le dieron una estocada mortal. Hinojosa cayó sobre unas barras de plata, y los conjurados le remataron, diciéndole:

—Muere sobre lo que tanto amaste.

Después de saquear la casa, salieron los rebeldes á tomar presos á Robles y á Meneses. Este, afortunadamente para él, se había quedado á dormir en una de sus haciendas; y Robles pudo escapar en camisa por una ventana.

Larga tarea sería historiar esta guerra civil, en la que, á poco, Vasco Godines asesinó á don Sebastián, reemplazándolo como caudillo. Baste decir, en compendio, que el cadalso fué permanente y las atrocidades sin número.

Revolucionado Girón, en 1553, escribió á Robles solicitando su apoyo; mas don Martín se puso á órdenes del mariscal Alvarado. En la batalla de Chuquinga, fué Robles encargado de pasar el río con treinta mosquetes y treinta partesanas, con prevención de que, después de situarse en un cerrillo, no comprometiese choque hasta una señal dada. Robles creyó que él solo podía vencer á Girón, y desobedeciendo las