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Ricardo Palma

cuadros, palpitantes de verdad é interés, tipos y costumbres sociales; que deje traslucir siempre un plan filosófico; que crea y no dude, que ame y no maldiga, que enseñe y nos deleite! Yo quiero, en fin, que el poeta, antes que todo, sea hombre y hombro de su siglo, y no ridícula plañidera de duelo antiguo.

Confieso que abrí el libro de Mérida con suma desconfianza y ánimo un tanto prevenido.——¡Coplitas, me dije, que vivirán lo que las rosas de que habla Malesherbes!—Pero, después de leer la primera composición, exclamé entusiasmado:—¡Este es poeta de buena ley!

Descúbrese, sin esfuerzo, que la lectura de los Pequeños poemas de Campoamor sugirió á Mérida la idea de sus Copias del natural. Como Campoamor, tiene Mérida sus ribetes de panteísta, punto en el que no me atreveré á decir si va ó no extraviado, que, en cuanto á sistemas, por hoy ni entro ni salgo. Natural y rápido en las descripciones, chispeante de gracia y ligereza, su filosofía es con frecuencia risueña, y cuando una lágrima asoma á la pupila del poeta, se apresura á enjugarla con el dorso de la mano, es decir, con un chiste espiritual y travieso.

Mejor que nuestras palabras hablan estos versos de Quince años ya:

    Y vacilante entre el muchacho loco
y el hombre previsor y mesurado,
ni piensas como niño, porque es poco,
ni piensas como el hombre: es demasiado.

    Y un cielo crees hallar en tu alegría,
y un infierno encontrar en tu tristeza,
según que tu alma la gobierne un día
ya el loco corazón, ya la cabeza.

Amarga, pero irrefutable filosofía encierran las estrofas copiadas; y para nuestro gusto, es Quince años ya la más cuidada y poética de las composiciones del librito.

La del frente es, en puridad de verdad, una buena escena de la vida real, y en la que todos acaso hemos sido actores. Es