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Cachivachería

les, donde, á fuerza de vigor, había tenido que reprimir varios amagos de motín; y terminaba asegurando que, si de la metrópoli no se enviaba pronto una poderosa escuadra, el Perú se perdería para la corona. Ramírez no hizo en este documento más que repetir lo que Pezuela, en diversos oficios, había comunicado á la Corte. El mismo La Serna, á los cuarenta días de ser gobierno, clamaba por buques y refuerzo de tropa, reconociéndose ya tan impotente como Pezuela para detener la ola revolucionaria.

El motín de Aznapuquio no tuvo, pues, más propósito que el personalísimo de cambiar hombre por hombre. Los jefes que no imperaban bajo Pezuela, vinieron á ser los omnipotentes con La Serna.

Abundan en la exposición de Valdés cargos que por sí solos se refutan, como el de la defección del Numancia, que era uno de los cuerpos que mandaba el general. Alega éste que ignoraba lo que todos sabían sobre el espíritu dominante en oficiales y tropa; que no tenía noticia de un reciente plan de sublevación, conjurada en los momentos de estallar; y hasta era para él desconocido el hecho de que, en Guayaquil, tres capitanes del Numancia habían cambiado de bandera alistándose en las filas patriotas. El alegato es pueril. Don Jerónimo Valdés no era de los hombres que están siempre en Babia para necesitar que el virrey Pezuela le recomendase vigilancia con los numantinos.—Mendiburu dice que en esta ocasión no le asistió á Valdés su reconocida inteligencia para proceder con la cautela que pudo y debió emplear.

No desconocemos que Pezuela cometió no pocos desaciertos políticos y militares. Pero, ¿acaso el que se propuso enmendarle la plana no incurrió en ellos, y en mayor escala? ¿No llegó también La Serna á declarar, en oficio de 7 de Marzo, dirigido al Ministerio de Guerra, que los recursos estaban agotados, que nada podía alcanzarse sin marina, que la causa insurgente progresaba y que, en habitantes y soldados, había decisión por la Independencia? Comentando este oficio, dice Mendiburu (y dice bien) que La Serna vindica con él al anterior virrey, quien no pudo hacer más de lo mucho que hizo.

En resumen, el gobierno militar y civil en manos de los