Página:Mis últimas tradiciones peruanas y Cachivachería (1906).pdf/491

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
483
Cachivachería

chelet, Tácito, Herodoto, Pomponio Mela, Aristóteles, Tucídides, Heinzen y... la mar de historiadores y sociólogos. Capitulito de erudición, y nada más; y como no se ha declarado que lucir pretensiones de erudito sea un crimen, resulta que no es justiciable el señor Oyola sólo por contarnos que ha leído mucho de bueno, mucho de mediocre y hasta mucho de malo.

Vamos al tercer capítulo. Acepta el autor de la tesis que el cristianismo mejoró en mucho la condición de la mujer, á pesar de que, en los primeros siglos, no fueron muy liberales para con ella los Padres de la Iglesia; y entre otras citas exhibe la autoridad de Tertuliano, que llamó á la mujer puerta del infierno. Nada inventa Oyola al historiar la condición de la mujer en la edad media; nos dice sobre el feudalismo y las cortes de amor con sus juegos florales y la andante caballería, lo que nos dicen todos los libros viejos. Hablando de la mujer peruana, estampa que su condición ante la ley es idéntica á la de la mujer en Francia, Alemania, España, Italia, etcétera, etc., lo que comprueba citando diversos artículos del Código Civil. Que el autor aspire á que la mujer sea ilustrada y disfrute de los mismos derechos civiles y políticos que el varón, no es pretensión que, por inmoral, escandalice y que merezca que sobre la tesis caiga un varapalo. Hasta aquí no ha incurrido el sustentante ni en lo que se llama el pecado de la lenteja, que es de los más veniales. Ese es tema que está sobre el tapete de la discusión, desde los días de la revolución francesa; es una de tantas fantasías humanas que no reviste seriedad, á pesar de que, en Estados Unidos, la mujer va rápidamente haciendo conquistas en el campo igualitario. ¡Qué mucho si, hasta entre nosotros, ya hay doctoras, y hay nómina de oficina en que varias hijas de Eva figuran como empleados públicos!

¡Cómo no estimar, como un progreso, el que hoy la mujer ilustre su inteligencia, y que lea y escriba con corrección! Ya pasaron los tiempos en que, galanteando nuestros abuelos á alguna gentil y aristocrática tapada de saya y manto, la decían:

—Dígame usted siquiera por qué letra empieza su nombre.