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Ricardo Palma

viaje más de doscientos compatriotas, los que, en playas de Colombia, se organizaron, nombrando, por aclamación, á O'Connor como su comandante. Bolívar aceptó los servicios de la legión irlandesa, reconociendo al jefe en la clase de teniente coronel. Con el ascenso inmediato, llegó, cuatro años más tarde, al Perú, y se encontró en las batallas de Junín y de Ayacucho. Marchó á Bolivia con Sucre, allí formó su hogar, y allí murió en 1871, á los ochenta años de edad.

Fué en 1869 cuando principió á escribir sus Memorias, bautizándolas con el nombre de Recuerdos, y que sólo alcanzan hasta 1840. La muerte venía de prisa, y no concedió al noble anciano que historiase los treinta años posteriores.

En estilo llano, extremadamente llano, escribe el general O'Connor sus Memorias, estilo que cuadra al soldado ajeno á galas y refinamientos literarios. En la manera como relata los hechos hay cierta sinceridad que raya en infantil, y de vez en cuando nos deleita con espirituales añoranzas de la verde Erin donde se meció su cuna. Aunque el libro no tuviera otras condiciones atrayentes, como tiene, bastarían las apuntadas para que recomendásemos su lectura.

Lo que no podemos aplaudir en la pluma del general O'Connor es sus prejuicios sobre el Perú, su ninguna simpatía por el Perú y los peruanos. Así, apenas incorporado, en el Norte, al ejército libertador, y pocos días antes de la batalla de Junin, asistió á un banquete que en Huánuco se ofreció a Bolivar, y el brindis de O'Connor fué una injuria á nuestro patriotismo. No fué, pues, para mi una sorpresa encontrar en las páginas que posteriormente consagra á la época de la confederación Perú-boliviana, más acentuada su injustificable é injustificada prevención contra nosotros. No necesitaba agraviarnos para enaltecer su bolivianismo, que yo aplaudo sinceramente. De espíritu noble y levantado, de corazón agradecido, era identificarse con el pueblo en donde formó familia y en donde sus merecimientos, honradez y servicios, fueron recompensados con distinciones, honores y fortuna. Y á extremos tales lleva la pasión, al general O'Connor, que, al describir la batalla de Junín, niega que la victoria se debió á los esfuerzos de los Coraceros de Lambayeque, y estampa que si Bolívar lo declaró