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Ricardo Palma

pueblo á las armas, y que el público, en medio de gran entusiasmo, cantó el Himno Nacional. No hay exactitud en lo último. El Himno Nacional no era aún conocido por el pueblo, y la primera vez que se cantó en el teatro fué veinte días después del 4 de Septiembre. Este dato lo tuvimos del mismo maestro Alcedo, autor de la música del himno, y á fe que no puede ser más autorizada la fuente. En fin, tan ligera equivocación de fecha nada significa en substancia.

Véase lo levantado del criterio del general Mitre por estas frases en que, hablando de San Martín, después de jurada la Independencia, dice:—«La gloria de San Martín había llegado al grado culminante de la declinación de los astros que han recorrido su curva ascensional. Era, como fundador de tres nacionalidades (la argentina, la chilena y la peruana), por sus grandes planes de campaña continental, por sus combinaciones estratégicas y por sus victorias, el primer capitán del Nuevo Mundo. De todos los sud-americanos, hasta entonces nacidos, era el más grande y el más genuinamente americano. Para ser más grande, sólo le faltaba completar su obra. Su medida histórica, en los sucesos contemporáneos, únicamente podía compararse con la de Bolívar. Bolívar había sido aclamado Libertador, y este título lo investía de la dictadura revolucionaria en su patria. San Martín, sin punto de apoyo en la patria propia, se nombró á sí mismo; pero al asumir la dictadura fatal que las circunstancias le imponían, se inoculó el principio de su decadencia militar y política.»

Estos juiciosos conceptos del señor Mitre, vienen á dar más tarde el por qué de la abdicación de San Martín y su retiro de la vida pública.

Las tendencias monárquicas de que, juzgando con ligereza, se hace capítulo de acusación contra el héroe de San Lorenzo, las disculpa Mitre con estas palabras:—«Si buscaba la monarquía constitucional, era sin ambición personal, anteponiendo sus convicciones republicanas á lo que consideraba relativamente mejor para coronar la Independencia con un gobierno estable, que conciliase el orden con la libertad y corrigiese la anarquía.»

Siempre hemos opinado que el plan monárquico de San