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Mis últimas tradiciones

el pueblo llamaba padre Panchito, y no hermano Panchito, a humildísimo cocinero del convento de san Francisco; y el excelentísimo representante del monarca de España é Indias hablaba siempre con fruición de su santo compadre el padre Panchito, al que hasta diz que consultaba en casos graves de gobierno.

No faltaba quienes murmurasen de la familiaridad con que su excelencia trataba á un negro con un geme de jeta; pero el buen virrey acallaba la murmuración diciendo:—El talento y la virtud no son blancos, negros, ni amarillos; y Cristo en el Calvario murió por los blancos, por los negros, por los amarillos, por la humanidad entera. Todos venimos de Adán y Eva, y las razas no son más que variedades de la unidad.

Contábase que, cuando comenzaba á servir en el claustro, contrajo íntima amistad con otro lego, y que ambos celebraron el compromiso de que el primero que falleciese vendría á dar cuenta al superviviente ó sobreviviente (que aún está en litigio ante la Real Academia el casticismo de estos vocablos) de cómo lo habían recibido y tratado por allá. Y fué el caso que una noche se le apareció al lego Panchito el alma de su difunto compañero, y le dijo que, por la impertinente curiosidad é irreflexivo compromiso, había sido penado con seis meses más de purgatorio; y por ende, le pedía que rogase á Dios para que le fuese descontado ese medio año de pena ó, que, por lo menos, se redujese ésta á tres meses, cargándose los otros tres á la cuenta corriente que en el otro mundo, donde la contabilidad se lleva muy al pespunte, tenía abierta Panchito.

Tal fué el origen del penitente ascetismo del último. Lamentamos que el cronista no hubiera también averiguado si allá, en el otro barrio, entraron en componendas para perdonar ó rebajar los meses de castigo.

Convencido de que en la otra vida se hila muy delgadito, al encargarse de la cocina el padre Panchito se propuso hacer economías en el consumo de carbón y leña; pues una de las crónicas conventuales narraba que un cocinero, gran consumidor de leña, había sido penado por el derroche con una semana de purgatorio. Por eso el seráfico cocinero de esta con-