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Cachivachería

que, en sesión siguiente, emitieron favorable dictamen Luna Pizarro, Tudela y Aranívar.

Aquel día, en el número tercero del Tribuno, periódico redactado por Sánchez Carrión, apareció un artículo muy acre, probando la justicia y conveniencia de la ley. Citemos esta frase: Ya todo republicano puede decir:—¡Desde que ha caído Monteagudo, no siento la montaña que me oprimía!

Estudiosamente hemos copiado estas palabras, porque ellas dan la medida de la importancia política, del prestigio del coronel Monteagudo y del miedo que inspiraba á sus contrarios.

En el número 6 del Tribuno es todavía más explícito, si cabe, Sánchez Carrión:—«Con razón, dice, está Monteagudo fuera de la ley, y sin responsabilidad cualquiera que acometa á su persona, cuando una imprudencia hasta hoy desconocida ó su mala ventura, lo conduzca á nuestras costas. Merece honores y premios en vez de suplicio, por haber extirpado al más pestifero de los enemigos de Roma, decía Tulio por Milón, cuando éste mató á Clodio. Nosotros no deseamos tanto mal al que especuló con nuestros destinos como un propietario con sus rebaños. Manténgase distante de nuestro suelo, pero olvídese para siempre del Perú, que lo detesta y detestará mientras viva. Con su separación, hasta la atmósfera tomó otro aspecto; tanto influye la caída de un tirano.»

Por estas líneas se ve que entre Sánchez Carrión y Monteagudo, quedaba declarada una guerra sin cuartel.

Además circularon por entonces unas décimas contra Monteagudo y que se atribuyeron á su adversario, en las cuales se glosaba esta redondilla:

Ya Lima mudó de estilo
cambiando en risa sus quejas;
si antes lloraba á madejas,
ya se ríe de hilo en hilo.