Página:Mis últimas tradiciones peruanas y Cachivachería (1906).pdf/563

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
555
Cachivachería

muy dado al culto de Venus. El hombre era un ejemplar de neurosismo erótico.

La noticia del asesinato esparcióse por la ciudad, produciendo gran agitación. Algunos encontraban lógico que el expulsado del Perú hubiera tenido tan triste fin; pues la disposición del Congreso, que lo colocaba fuera de la ley, no había sido derogada. ¡Fatal olvido![1]

Bolívar llegó á las nueve de la noche á San Juan de Dios, donde es fama que, contemplando el cadáver, exclamó muy conmovido:—¡Monteagudo! ¡Monteagudo! Serás vengado.

Los funerales del ilustre argentino se celebraron con poco boato, y su apoderado don Juan José Sarratea, hizo los gastos del entierro, pues la víctima no dejaba fortuna.

Hoy (1878) gracias al celo de un inspector de Beneficencia, se han exhumado los restos de Monteagudo, y comprobada su identidad, ha dispuesto el gobierno que se depositen en modesto mausoleo.

El mismo Sarratea publicó, algún tiempo después, los borradores incorrectos de una obra que escribía Monteagudo y que dejó inconclusa. Titúlase: Ensayo sobre la Necesidad de una federación continental.

Otra de las producciones de Monteagudo es la Memoria que, en Marzo de 1823, publicó en Quito, en respuesta á la exposición con que el Cabildo de Lima justificaba su destierro. En ese documento, escrito con admirable galanura de estilo y con mucho vigor de argumentación, aboga abiertamente por la monarquía en América. Confiesa que, antes de su viaje á Inglaterra, era republicano ardoroso.—«Ser patriota, dice, sin ser frenético por la democracia, era para mí una contradicción. En 1819 ya estaba sano de esa fiebre de que casi todos hemos padecido; y ¡desgraciado del que con tiempo no se cura de ella!»

  1. Mes y medio antes de realizarse el asesinato de Monteagudo, lo auguraba don Tomás Heres en una carta que, fechada en Chanca y á 8 de diciembre de 1824, dirigió á Bolivar, carta que se encuentra impresa en el tomo V. de las Memorias de O' Leary. Dice Heres en esa carta:—«El pobre Monteagudo está, en el dia, como los apóstoles en el nacimiento del cristianismo; donde no los ahorcaban los perseguían. ¡Ojalá que el apostolado de Monteagudo no lo conduzca algun dia al martirio!»