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Para convencer al señor Mariátegui de que el último en quien se fijaron los monarquistas fué el duque de Luca, y que cifraron todo su empeño en conseguir la aceptación de un príncipe inglés, bastaráme copiar el primer artículo del ya citado pliego de instrucciones.

«La Gran Bretaña, por su poder marítimo, sus créditos y vastos recursos, como por la bondad de sus instituciones, y la Rusia por su importancia política y poderío, se presentan bajo un carácter más atractivo que todas las demás naciones. Están, por consiguiente, autorizados los comisionados para aceptar que el príncipe de Sussex-Coburgo ó, en su defecto, uno de los de la dinastía reinante de la Gran Bretaña, pase á coronarse emperador del Perú. En este último caso darían preferencia al duque de Sussex, con la precisa condición de que abrace la religión católica, permitiéndosele venir acompañado de una guardia que no pase de trescientos hombres. Si esto no tuviere efecto, podrá aceptarse alguna de las ramas colaterales de Alemania, con tal que esté sostenida por el gobierno británico.»

¿Dirá aún mi respetable contradictor que es cuento ridículo aquello de que á outrance se quería para el Perú un soberano inglés?

Sabe el señor Mariátegui, como todos los que hemos hojeado algo sobre Historia, que él plan de monarquía no era nuevo, y que ya en 1788 Catalina II de Rusia y el ministro Pitt habían concertado en Londres algo á este respecto, sirviendo de agente ó intermediario el esclarecido general Miranda, inspirador más tarde y amigo íntimo de San Martín, Bolívar, O'Higgins y otros campeones de la Independencia americana.

— Yo sabía que el periódico Abeja Republicana fué redactado por los señores Mariátegui y Sánchez Carrión. La verdad histórica ha ganado con la presente polémica. Conste, pues, que los excelentes artículos que allí aparecen, contra los planes de monarquía, fueron fruto de la pluma del doctor Mariátegui. Al César lo que es del César.

Mi equivocación, sin embargo, tiene mucho de disculpable, desde que los artículos de la Abeja son cortados por el mismo patrón de las famosas Cartas del solitario de Sayán, cuya paternidad nadie ha disputado á Sánchez Carrión.