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—Yo no he atribuido á Sánchez Carrión las décimas en que se glosaba una redondilla popular. Bien claro digo, en mi folleto, que estas décimas se atribuyeron al redactor del Tribuno. Yo no afirmo, sino repito lo que decía la voz pública.

Este punto, de suyo insignificante, no merecía la destemplanza con que de él se ocupa mi poético censor. El que Sánchez Carrión escribiera inspiradísimos versos líricos, de que niego, sea dicho de paso) no es argumento que destruya la posibilidad de que, en un rato de broma, hubiera zurcido cuatro décimas humorísticas glosando una redondilla (gongórica es cierto, y de ajeno autor,) muy popular en Lima.

—Bolívar era el hombre de la síntesis; mas no el hombre de los detalles. Creo que él necesitaba de Monteagudo, como dje un hábil auxiliar, para la realización de su vasto plan de vitalícia ó monarquía (cuestión de nombre.)

—Es verdad, como dice el señor Mariátegui, que Monteagudo fué herido en el pecho y no por la espalda; pero no es exacto que hubiera gritado. El boticario don Santos Peña y el cirujano Román habrían oído los gritos, y consta del proceso que, ó no hubo gritos, ó esos señores estuvieron sordos. Así lo declaró también el padre Cortés, religioso juan¿cdiano, que fué la primera persona que se acercó al cadáver.

—En cuanto á la presencia de Bolívar en San Juan de Dios, me refiero al testimonio de muchas personas que lo vieron conmovido ante el cuerpo del exministro.

—Excusará el señor Mariátegui que deje sin respuesta sus observaciones sobre el proceso, porque de ellas me ocupo ten mi próxima contestación al señor Paz-Soldán; y en cuanto al envenenamiento de Sánchez Carrión, yo, en mi opúsculo, nada aseguro. Exhibo datos y hago las presumibles deducciones. Si éstas son ó no fundadas, no á mí, sino al criterio del lector corresponde el fallo.

Chorrillos, Abril 16 de 1878.