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Ricardo Palma

quiera un milagrito de pipiripao por semana? Será por algo, que yo no he de perder mi ecuanimidad averiguando lo que no me importa saber. ¿Quién me mete en esas honduras?

El famoso escritor y orador sagrado padre Ventura de la Ráulica, en su panegírico de fray Martín de Porres, impreso en 1863, refiere que, sin moverse de Lima, estuvo nuestro santo compatriota en las Molucas, y en la China, y en el Japón, libertando del martirio á jesuitas misioneros, pues Dios le concedió el privilegio de la bilocación ó doble presencia, gracia que le negara á san Felipe Neri cuando éste la pretendió. El padre Ventura añade que lo que él nos cuenta, en su citado panegírico, consta en el proceso de canonización. Me doy tres puntadas con hilo grueso en la boca, y no me opongo al milagro. Yo, en cosas de frailería, á todo digo amén, pues no quiero parecerme al amanuense del tirano Rozas, que puso en peligro la pellejina por andarse con recancanillas y dingolodangos. No desperdiciaré esta oportunidad para contarlo. Puede el lector fumar un cigarrillo mientras dure el cuento.

Diz que el amanuense le leía una tarde al supremo dictador las pruebas de una oda que debía aparecer en la Gaceta oficial del 25 de Mayo, y al llegar á unos versos que decían:

el pueblo te venera,
y el argentino sabe que en tus manos
flameará victoriosa su bandera,

lo interrumpió don Juan Manuel diciendo:—No me gusta ese verso. Donde dice bandera ponga usted estandarte.—Excelentísimo señor (se atrevió á argüir el mocito palangana), como estandarte no es consonante de bandera, va á resultar..... que no resulta verso.—Don Juan Manuel de Rozas no aguantaba picada de cáncano y, dando feroz puñada sobre la mesa, gritó:—¡Car...amba! Cállese la boca y ponga estandarte, antes que lo haga degollar por salvaje unitario.

Fuera el cigarrillo. Vuelvo á mis carneros, esto es, á los milagros. Allá, en el primer tercio del siglo xvii, cuando los