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—¡Que esperanzal Ya le excomulgaré yo á él el gaznate con un buen choclo.

—Otra botella.

—Un año, dos años, cinco años.... veinte años he de estar al acecho.

—Entonces te pondrás viejo.

—Y la cosa va á seeer gorda.

—Tomá, bebé, que es muy güena esta serbesa.

—Me la va á paaaaagar, esa hija de la gran siete.

—¡Pucha, que la parió! Mirá que tú sos loco.





CAPÍTULO VII
P o r la o t r a v e r e d a


I

Pasa el tiempo, y la suerte de Rufina, y del clérigo no cambia.

Vense rodeados siempre por las mismas contrariedades, alternativas y miserias.

El negocio de colegios ha salido muy mal.

Emprenden otros, y todo va siempre de mal á peor.

Cuando la fortuna vuelve la espalda, esa entidad femenina la más voluble de todas, no hay más que bajar la cabeza hasta que el chubasco pase, si es que ha de pasar alguna vez.

El clérigo cavila día y noche, y la pobre Rufina trabaja en silencio.

Al fin cree él haber encontrado la solución á toda