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Página:Noli me tángere (1903).pdf/41

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so hubiera salido pronto libre, pues hubo un médico que atribuyó la muerte del desgraciado cobrador á una congestión ; pero su fortuna , su confianza en la justicia, y su odio a todo lo que no era legal ni justo , le perdieron . Yo mismo, a pesar de mi repugnancia á implorar la merced de nadie, me presenté al Capitán General, al antecesor del que tenemos ; le hice presente que no podía ser filibustero quien acoge a todo español , pobre ó emigrado, dándoles techo y mesa, y en cuyas venas hierve aún la generosa sangre española; en vano respondí con mi cabeza, juré por mi pobreza y mi honor militar, y sólo conseguí ser mal recibido , peor despedido y el apodo de chiflado.

El viejo se detuvo para tomar aliento, y viendo el silencio de su compañero que escuchaba sin mirarle, prosiguió:

—Hice las diligencias del pleito por encargo de su padre. Acudí al célebre abogado filipino, el joven A, - pero rehusó encargarse de la causa. – «Yo la perdería», me dijo. «Mi defensa sería un motivo de nueva acusación para él y quizás para mí. Acuda usted al señor M, que es un orador vehemente, de fácil palabra, peninsular y que goza de muchísimo prestigio . Así lo hice, y el célebre abogado se encargó de la causa , que defendió con maestría y brillantez . Pero los enemigos eran muchos y algunos ocultos y desconocidos. Los falsos testigos abundan , y sus calumnias, que en otra parte se hubieran disipado á una frase irónica ó sarcástica del defensor, aquí tomaban cuerpo y consistencia . Si el abogado conseguía anularlos poniéndolos en contradicción entre sí y consigo mismos, pronto renacían otras acusaciones. Le acusaron de haberse apoderado injustamente de muchos terrenos , le pidieron indemnización de daños y perjuicios; dijeron que mantenía relaciones con los tulisanes para que sus sembrados y animales fueran respetados . Al fin , embrollóse el asunto de tal manera , que al cabo de un año ya nadie se entendía. El alcalde tuvo que dejar su puesto; vino otro que tenía fama de recto , pero éste, por desgracia, apenas estuvo meses; y el que le sucedió amaba demasiado los buenos caballos.

Los sufrimientos, los disgustos, las incomodidades de la prisión , o el dolor de ver á tantos ingratos, alteraron su salud de hierro, y enfermo de ese mal que sólo la tumba