cura. Y cuando todo iba a terminarse, cuando iba á salir absuelto de la acusación de enemigo de la Patria y de la muerte del cobrador, murió en la cárcel sin tener å su lado á nadie. Yo llegué para verle espirar.
El viejo se calló; Ibarra no dijo una sola palabra. Entre tanto habían llegado a la puerta del cuartel. El militar se detuvo y tendiéndole la mano, le dijo:
-Joven , los pormenores pídaselos usted á capitán Tiago. Ahora, ¡buenas noches! es menester que vea si ocurre algo nuevo.
Ibarra estrechó con efusión , en silencio, aquella mano descarnada, y en silencio lo siguió con los ojos hasta que desapareció .
Volvióse lentamente y vió un coche que pasaba ; hizo una seña al cochero.
-¡Fonda de Lala! – dijo con acento apenas inteligible.
-Este debe venir del calabozo, -pensó el cochero dando un latigazo á sus caballos.
V
UNA ESTRELLA EN NOCHE OBSCURA
Ibarra subió a su cuarto que da al río, y dejóse caer sobre un sillón , mirando al espacio que se ensanchaba delante de él, gracias a la abierta ventana. La casa de enfrente, á la otra orilla, estaba profusamente iluminada y llegaban hasta el alegres acordes de instrumentos , de cuerda en su mayor parte. - Si el joven hubiera estado menos preocupado, sí , más curioso , hubiese querido ver con la ayuda de unos gemelos lo que pasaba en aquella atmósfera de luz, habría admirado una de esas fantásticas visiones , una de esas apariciones mágicas que á veces se ven en los grandes teatros de Europa, en que a las apagadas melodías de una orquesta se veía aparecer en medio de una lluvia de luz, de una cascada de diamantes y oro , en una decoración oriental, envuelta en vaporosa gasa, una deidad , una sílfide que avanza sin tocar casi el suelo, rodeada y acompañada de un luminoso nimbo; á su presencia brotan las flores, retoza la danza, se despiertan harmonías , y coros de diablos, ninfas, sátiros, genios, zagalas, ángeles y pastores bailan, agitan panderetas, ha-