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Página:Noli me tángere (1903).pdf/145

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tomaríamos por divinidades de la noche huyendo del dia, si no supiésemos que son Maria Clara con sus cuatro amigas: la alegre Sinang, su prima la severa Victoria, la hermosa Iday y la pensativa Neneng, de belleza modesta y temerosa.

Conversaban animadamente, reían, se pellizcaban, se hablaban al oído y después prorrumpían en carcajadas.

—¡Vais à despertar a la gente que aun està durmiendo!—les reprendía la tía Isabel;—cuando éramos jóvenes no alborotábamos tanto.

—¡Tampoco madrugarían ustedes como nosotras, ni serían los viejos tan dormilones!—contestaba la pequeña Sinang.

Callábanse un momento , procuraban bajar la voz, pero pronto se olvidaban, reían y llenaban la calle con sus juveniles y frescos acentos.

—¡Hazte la resentida ; no le hables!-decía Sinang á Maria Clara: —¡riñele para que no se acostumbre mal!

—No seas tan exigente,—decía Iday.

—¡Sé exigente, no seas tonta! ¡El novio debe obedecer mientras es novio, que después cuando es marido hace lo que le da la gana!—aconsejaba la pequeña Sinang.

—¿Qué entiendes tú de eso, niña?—le corregía su prima Victoria.

—¡Psh, silencio, que vienen!

En efecto , venía un grupo de jóvenes alumbrándose con grandes antorchas de caña. Marchaban bastante serios al són de una guitarra.

—¡Parece guitarra de mendigo!—dijo Sinang riendo.

Cuando los dos grupos se encontraron, eran las mujeres las que guardaban un continente serio y formal como si aun no hubiesen aprendido á reir; por el contrario, los hombres hablaban, saludaban, sonreían y hacían seis preguntas para obtener media contestación.

—¿Está el lago tranquilo? ¿ Creéis que vamos a tener buen tiempo?—preguntaban las madres.

—No os inquietéis, señoras ; yo se nadar bien,—contestaba un joven flaco y alto.

—¡Debíamos antes haber oído misa!—suspiraba tía Isabel juntando las manos.

—Aun es tiempo, señora; Albino, que ha sido semina.