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JOSÉ RIZAL

JOB RIZAL trujaba despiadadamente, sin saber lo que pasaba ni adónde dirigirse.

Fuego! ¡Fuego!-gritó una Foz, y creció el espanto.

La causa verdadera del escándalo era que los guardias habían hecho callar vara en mano á los individuos de la orquesta, á fin de que terminase la representación.

El teniente mayor, con los cuadrilleros armados de sus viejos sables, logró detener á los feroces esbirros & pesar de su resistencia. Debían estar ebrios y sin duda se habían extralimitado en el cumplimiento de las órdenes que habían recibido del alférez, que también aquellos días estaba muy contento, porque con motivo de las fiestas no se cesa ba de tirar de la oreja á Jorge.

—Conducidlos al tribunal!-gritaba don Filipo.

—Caidado eon soltarlos! Ibarra habfa vuelto y buscaba á María Clara.

Las atemorizadas jóvenes se agarraron á él temblorosas y pálidss; tfa Isabel masoulla ba oraciones, como tenfa por costumbre en los casos apurados.

Repuesta algún tanto la gente del susto y habiéndose dado cuenta de lo que habia pasado, la indignación estalló en todos los pechos. Llovieron piedras sobre el grupo de los cuadrilleros que conducfan á los dos guardias ci viles; hubo quien propuso incendiar el cuartel y asar á doña Consolación juntamente con el alférez, Para eso sir ven-gritaba una mujer extendiendo los brazos,-para perturbar el pueblo! ¡No persiguen más que á los hombres honrados! ¡No harán daño, en eambio, á los tulisanes y jugadores que les dan dinero! ¡A incendiar el cuartel! ¡A incendiar el cuartel! El escenario estaba leno de artistas y gente