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NOLI ME TÁNGERE

de palanca, servía para sacar agua, viscosa, sucia y maloliente. Todos los cacharros rotos iban á parar á su fondo. Sin embargo, no se cegaba jamás.

Algunas veces se condenaba á los presos á limpiarlo, no porque aquel castigo fuera útil, sino por las dificultades que el trabajo ofrecia; preso que descendía allí una vez, cogía una fiebre de la que moría regularmente.

Társilo contemplaba los preparativos de los soldados con la mirada fija. Estaba muy pálido y sus labios temblaban ó murmuraban una oración.

Parecía haber desaparecido, ó por lo menos haberse debilitado su altivez.

Llevarónle al lado del brocal, seguido de doña Consolación, que sonreía. El desventurado lanzó una mirada de envidia hacia el montón de cadáveres y se escapó de su pecho un suspiro.

Habla!-volvió á decirle el directorcillo.- ¡Te ahorcarán de todos modos, pero al menos morirás sin haber sufrido tanto! Le quitaron la mordaza y le colgaron de los pies. Debía descender de cabeza y permanecer algún tiempo debajo del agua.

El alférez sacó un reloj para contar los minutos.

Entretanto Társilo pendía con la larga cabellera ondeante y los ojos cerrados.

—Si sois cristianos, si tenéis corazón-suplicó en voz baja,-bajadme con rapidez ó haced que mi cabeza choque contra la pared y me muera. Dios os premiará es ta buena obra... ¡Quizás algún día Os veáis como yo! El alférez ordenó el descenso reloj en mano.

—Despacio! jdespacio!-gritaba doña Consolación siguiendo al infeliz con la vista.

La palanca bajaba lentamente; Társilo rozaba