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NOLI ME TÁNGERE

—¡Ahi va! ¡Ahi va!-gritaron varias voces, y silbaron de nuevo las balas.

La falúa y la banca pusiéronse en su persecución. Una pequeña estela señalaba su paso, alejándoge cada vez más de la banca de Ibarra, que bogaba como si estuviese abandonada. Cada vez que el nadador sacaba la cabeza para respirar, disparaban sobre él guardias civiles y falueros.

La banca de Ibarra se alejaba lentamente. El nadador se aproximaba á la orilla. LoOs remeros estaban ya cansados y Elías también, pues sacaba la cabeza á menudo y cada vez en distinta direceión, como para desconcertar á sus perseguidores.

Ya no señalaba la traidora estela el paso del buzo.

Por última vez le vieron cerca de la orilla. Hicieron fuego. Pasaron minutos y minutos... ¡Y nada volvió á apared desierta del lago!...

Media hora después, un remero pretendía haber descubierto, cerca de la orilla, señales de sangre.

De Ibarra nada se volvió á saber.

¡Quizás algún día su nombre se escuchase con terror por los cómplices infames del padre Dámaso!...

sobre la superficie tranquila y