—j0 me dejáis entrar en un convento ó me quito la vida!-replicó María.
—¡Jamás lo consentiré, porque estoy seguro de que cuando estés dentro te arrepentirás!... María, yo ya soy viejo y no podré velar más tiempo por ti y por tu tranquilidad. Escoge otro joven, sea quien quiera, pero no entres en el con vento.
—Ya os lo he dicho, padrino: jel convento ó la muerte!-contestó María Clara con terquedad abrumadora.
—Dios mío, Dios mío!-gritó el sacerdote cubriéndose el rostro con las manos.-¡Qué horrible prueba me reservabas para la vejez! ¡Cómo castigas mis pecados! Y volviéndose á la joven: -Quieres ser monja? ¡Lo serás! Algún día te arrepentirás de esta locura; pero consiento en todo antes de perderte. Mientras yo viva velaré por ti...
Luego, ¿quién sabe lo que pasará luego? jeres tan hermosa!...
María Clara le cogió las manos y las besó arrodillándose.
—Padrino, padrino de mi alma!-repetía.
Fray Dámaso salía pocos momentos después triste y cabizbajo.
—Dios mío, véngate en mí, pero no hieras al inocente, salva á mi hija!..