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NOLI ME TÁNGERE

la opinión religiosa en Filipinas, muy inferior al lego más ignorante. Cedant arma togæ, decía Cicerón en el Senado; cedant arma cotæ dicen los frailes en Filipinas. Pero fray Sibyla era persona fina y repuso:

—Señor teniente, aquí estamos en el mundo y no en la iglesia; el sitio le corresponde.

Pero á juzgar por el tono de su voz, aun en el mundo le correspondía á él. El teniente, bien por no molestarse ó por no sentarse al lado de su adversario el padre franciscano, rehusó brevemente.

Ninguno de los candidatos al sitio de preferencia se había acordado del dueño de la casa. Ibarra le vió contemplando la escena con la sonrisa en los labios y lleno de satisfacción.

—¡Cómo, don Santiago! ¿No se sienta usted entre nosotros?

Todos los asientos estaban ya ocupados. Nadie se movió, sin embargo. El generoso Creso sin duda alguna, tendría que ir á cenar á la cocina, mientras que sus invitados se atiborraban de ricos manjares en la espléndida mesa.

Sólo Ibarra hizo ademán de levantarse.

—¡Quieto! ¡no se levante usted!—dijo el Capitán Tiago poniendo la mano sobre el hombro del joven. Precisamente esta fiesta es para celebrar la llegada de usted. ¡Que tralgun la tinola! Mandé hacer tinola porque supuse que usted, después de tanto tiempo, tendría ya ganas de probarla.

Trajeron una gran fuente coronada de humo. El dominico, después de murmurar el Benedicite principió á repartir el contenido. Sea por descuido ó mala intención, al padre Dámaso le tocó un plato donde, entre mucho caldo y calabaza, nadaban un cuello desnudo y un ala dura de gallina, mientras los otros comían magníficos trozos y tiernas pechu-