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NOLI ME TÁNGERE

contentó con comprar azúcar, café y añil; quiso sembrar y cosechar é hizo que su marido comprase extensos terrenos en San Diego. Entonces fué cuando conocieron al padre Dámaso y á don Rafael Ibarra, el más rico propietario de aquel pueblo.

Pasaron seis años sin que el matrimonio tuviese ningún hijo. En vano hizo doña Pía novenarios; visitó por consejo de las devotas de San Diego á la Virgen de Caysasay en Taal; dió limosnas; bailó en la procesión, bajo el ardiente sol de Mayo, delante de la Virgen de Turumba en Pakil; todo fué en vano, hasta que fray Dámaso le aconsejó fuera á Obando, y allí bailó también en la fiesta de San Pascual y pidió un hijo. Sabido es que en Obando hay una trinidad que concede hijos ó hijae á elección: Nuestra Señora de Salambán, Santa Clara y San Pascual. Gracias á este sabio consejo, doña Pía se sintió madre. Mas jay! como el pescador aquel de que habla Shakespeare en Macbeth, el cual cesó de cantar cuando encontró un tesoro, ella perdió la alegría desde los primeros momentos de su embarazo.-Cosas de antojadizas!-decian todos, incluso Capitán Tiago.-Una fiebre puerperal concluyó con sus tristezas, dejando huérfana una hermosa niña que llevó á la pila el mismo fray Dámaso, y como San Pascual no dió el niño que se le pedía, le pusieron los nombres de María Clara, en honor de la Virgen de Salambán y de Santa Clara, castigando con el silencio á San Pascual Bailón.

La niña creció al cuidado de la tía Isabel, aquella buena anciana de urbanidad frailuna al principio.

María Clara tenía grandes ojos negros, sombreados por largas pestañas. De niña, su rizada cabellera tenía un color casi rubio; su nariz era correcta; la boca pequeña y graciosa, y al sonreirse se que vimos